Misión
la calefacción mola El cuerpo humano consume energía en forma de alimentos, energía que emplea para los diversos procesos vitales (crecimiento, movimiento, renovación celular...) y queda un residuo, en forma de calor, que también emplea para mantener el cuerpo a la temperatura adecuada para que se realicen los procesos antes dichos. El calor se disipa en el ambiente, pero debe hacerlo en la misma medida que se produce para que la temperatura corporal se mantenga. Cuando esto no ocurre, y las pérdidas son superiores a la producción de calor, se siente frío, que puede llegar a producir la muerte por hipotermia en casos extremos. Puede aumentarse el aislamiento térmico con la indumentaria (ver Índice de indumento), puede aumentarse la producción de calor mediante el ejercicio físico (a mayor consumo de energía, mayor cantidad de calor sobrante, ver Índice metabólico).
Cuando, por la actividad realizada, no se puede hacer ejercicio físico (o ha de ser escaso) y no se puede aumentar el abrigo de la indumentaria, por ser molesto para la actividad, se recurre a la calefacción.
Historia
El ser humano, cuyo cuerpo no tiene protección de pelo o pluma, ha necesitado calentarse durante las épocas frías. Lo ha conseguido fabricando vestidos (abrigo) o aprovechando el fuego, mediante diversos sistemas de calefacción. Desde que el hombre dominó el fuego, pudo habitar en latitudes donde una cierta parte del año las temperaturas eran bajas, calentando con él los espacios de habitación.
El dominio del fuego parece que lo consiguió el Homo erectus hace unos 450 000 años. Un equipo israelí lo hace remontar a 790 000 años en el yacimiento de Gesher Benot Ya'aqov en las riberas del Jordán.2
El combustible era la leña u otros restos vegetales, y deyecciones de animales herbívoros secas. En China parece que se utilizaba la hulla desde tiempos inmemoriales.3
Pero el fuego tiene varios inconvenientes: desnudo, en medio de un local, puede ser peligroso para los humanos, especialmente para sus cachorros, necesita aire para la combustión, aire que obtiene del exterior, es decir, aire frío y tiene como resultado de la combustión humos, que también hay que evacuar, mediante ventilación. Primero fue el fuego en medio del local y luego se fueron inventando diversos sistemas para evacuar el humo mejor, para consumir menos combustible, etc.
Quizá la innovación más importante consistió en sacar el hogar de la calefacción del local habitado, evitando los humos y la entrada de aire frío para la combustión y esto, por los datos de que disponemos, se consiguió con el sistema de calefacción llamado hipocausto, invención griega, utilizada en en las termas de Olimpia y de Siracusa desde el 300 a.C.3 El fuego estaba en otro local y los humos, calientes, se llevaban por una serie de conductos, que recorrían el suelo y, a veces las paredes, de los locales, dejando el calor antes de salir por el humero hacia el exterior. Las instalaciones más importantes se hicieron en las termas. Este sistema pervivió hasta hace muy poco en la Hispania musulmana y luego cristiana, en la que se utilizaba, de forma bastante generalizada un sistema directamente relacionado con el hipocausto, la gloria, utilizando paja como combustible.
Pero aunque conocían la chimenea hogar, los romanos la usaban poco como sistema de calefacción de las viviendas. En las excavaciones de Pompeya y Herculano no aparecen hogares de este tipo, lo que indica que utilizaban braseros muebles.3 Estos artefactos se han usado hasta hace bastante poco en los países mediterráneos usando combustibles vegetales carbonizados (carbón de encina, cisco de roble, picón...)
Probablemente, las chimeneas hogar aparecieron en latitudes más septentrionales, donde la calefacción es más necesaria y, aunque había algo parecido en las cocinas de países de más al sur (con una campana para recoger los humos y un par de escaños a los lados), las dedicadas exclusivamente a calefacción no forman parte de la arquitectura hasta al siglo XI.4 Aunque la chimenea mejoró técnicamente con el paso del tiempo, nunca fue un sistema de calefacción eficaz. En el siglo XIX, una chimenea hogar doméstica requería para el tiro de entre 800 a 1000 metros cúbicos de aire por hora, aire del exterior, frío, y por lo tanto el enfriamiento es tanto mayor cuanto más se atice el fuego. Y raramente había una ventosa (conducto de toma de aire exterior directamente al hogar) para dar el aire necesario para la combustión y el arrastre de los humos, así que el aire debía entrar por las ventanas y las puertas barriendo (enfriando) el local.3
Una mejora importante fue el invento de la estufa: el hogar quedaba cerrado, protegiendo de quemaduras a las personas y, lo más importante, es que tenían un sistema para regular la entrada de aire de combustión, con el que se evitaba tener que introducirlo en el local en grandes cantidades para el arrastre de los humos que, confinados en el hogar no tenían otra salida que el humero, sin posibilidad de revocar hacia el local, y ello limitaba el barrido del ambiente al aire necesario para la combustión, evitando la entrada del necesario para evacuar los humos. Y por la misma razón tenían otras ventajas: una de ellas es que, al tasar la entrada de aire, se podía regular la potencia emitida porque, a menor cantidad de aire, menos llama y combustión más lenta; la otra es que al estar confinado, se conseguían temperaturas más altas de combustión, y se aprovechaba mejor el calor del combustible. Por estas razones, la estufa tenía un rendimiento mucho mayor que la chimenea hogar. En 1619 apareció la primera obra completa sobre las estufas publicado por Franz Kessler5 Este trabajo describe los principios de la calefacción usada en Alemania en la época, que se perfeccionaron muy poco hasta el siglo XIX.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario